Por un conocimiento indígena moderno*
José Carlos Mariátegui
Ishkay ñawiwanmi
rikuna kanchik (hay que mirar con los dos ojos)
Runa yachay
Crear un campo de juego entre la herencia europea y la herencia propia, en el que podamos, con autonomía, recrear un pensamiento
Silvia Rivera Cusicanqui
Crear un campo de juego entre la herencia europea y la herencia propia, en el que podamos, con autonomía, recrear un pensamiento
Silvia Rivera Cusicanqui
En las últimas décadas se han desarrollado varios debates en
torno a la universalidad del conocimiento científico nacido en lo que se ha
conocido como occidente. No obstante, la forma de producción de este
conocimiento, anclada fuertemente al desarrollo tecnológico, a las grandes
universidades de los grandes centros capitalistas del mundo y en muchos campos
a los intereses de corporaciones multinacionales, ha llegado a casi todo el
planeta.
Desde varias perspectivas posmodernistas se ha cuestionado el
estatus universal de las ciencias como una forma específica de conocimiento
humano situado histórica y culturalmente, lo cual es cierto. Este desarrollo de
las ciencias habría subyugado a otros tipos de conocimientos, los llamados
“saberes subalternos” (Foucault). Esto significaba que la ciencia se tornó en
hegemónica, la única y más eficaz forma de conocer la realidad. De todas formas
vale aclarar que el filósofo francés no se refería a que existiesen otros tipos
de ciencias “no – occidentales” sino al saber popular, a los sentidos comunes,
a lo saberes de la gente común que fueron desplazados con el desarrollo de la
epistemología científica. Pero dentro de ese proceso de hegemonización de la
ciencia moderna, muchos saberes de otros pueblos también fueron
“subalternizados”, minimizados o negados, dada la expansión del colonialismo
junto a la modernidad capitalista.
Los procesos políticos de descolonización y liberación de los
años 60s del siglo pasado, la emergencia de movimientos indígenas en varios
lugares del mundo han puesto sobre la tela de discusión la cuestión de la
subordinación colonialista de otras epistemologías bajo el dominio de la
ciencia moderna. Hemos cuestionado la condición de dominación a la que se
encuentran sometidos nuestros conocimientos, saberes, epistemologías indígenas.
Indudablemente hay que hacerlo. La historia de la ciencia moderna ha estado
ligada a la expansión de la guerra de colonización, cuyo mejor ejemplo es la
antropología, a la expansión del control de la naturaleza, y del ser humano.
Todo esto es cierto, pero al mismo tiempo hay que recordar que dentro de la
ciencia moderna se han desarrollado vertientes que han cuestionado radicalmente
el sistema de dominación y la ciencia moderna misma, sobre todo en su versión
positivista[1].
Algunas posturas más radicales han llegado a afirmar la total
relatividad del conocimiento científico y su invalidez total en otros contextos
sociales culturales que no sean los “occidentales”. Estas ideas han llevado al
desarrollo de varias ideologías, desde mi punto de vista, perjudiciales a la
hora de establecer horizontes claros de justicia y equidad para los pueblos del
mundo. Sobre todo porque a nombre de esta idea posmoderna del particularismo
total se ha hecho tabla rasa de mucho del pensamiento crítico. Cuando digo
pensamiento crítico me refiero a toda la tradición europea y latinoamericana
moderna que ha reflexionado y cuestionado radicalmente el capitalismo, la
modernidad, el colonialismo e incluso la ciencia positivista. Cuestionamientos
que, dado los alcances globales del capitalismo y la modernidad actual, no son
prescindibles para comprender la realidad de nuestros países y pueblos.
El conocimiento
indígena
Sabemos que ningún pueblo en cualquier parte del mundo puede
desarrollarse como tal sin disponer de un conocimiento, un saber, o ciencia que
le permita acercarse a la realidad, pensarla, transformarla y al mismo tiempo
transformarse. Las grandes civilizaciones de la antigüedad indudablemente
tuvieron una ciencia, conocimientos que les permitieron construir ciudades,
ordenar la vida social, etc.
En 1492 con la conquista de Abya-Yala, como es conocido, se
inició un proceso de destrucción sistemático de las civilizaciones indígenas.
Ese proceso incluyó la eliminación tanto de los sujetos de conocimiento como de
lo producido hasta ese entonces. Por ejemplo, se sabe que en Centroamérica
muchos libros mayas fueron lanzados a la hoguera por los curas, o en el caso de
los andes, muchos kipus fueron
destruidos. Esta situación produjo que mucho de los conocimientos sistemáticamente
desarrollados hasta entonces se perdieran (tal ves para siempre). Dado que
muchas de las personas que manejaban esos conocimientos sucumbieron a la
conquista y colonia no podemos en la actualidad acceder de forma directa ni
totalmente a lo que ellos pensaban, ni a sus métodos, es decir, a las
epistemologías precolombinas. De todas formas, muchos conocimientos pervivieron
en la población llana y se transmitieron a las siguientes generaciones. Pero
estos conocimientos, dada la situación de dominación, no lograron mantenerse
como un conocimiento sistemático, sino que lo hicieron como saberes populares,
como tradiciones. Y esto no implica su desvalorización ni muchos menos, sino
solamente una constatación de la historia. De ahí que en la actualidad los conocimientos,
los saberes de nuestros pueblos, desde mi punto de vista, perviven de una
manera fragmentada, son como ramas cortadas por los efectos de la dominación
histórica. Esto no quiere decir, repito, que no sean válidos, o que no sirvan,
solamente es una realidad de la que debemos partir. Entonces el problema en la
actualidad es cómo hacer para que esos fragmentos se junten de nuevo para
constituir una rama fuerte y grande de conocimientos que puedan desarrollarse.
Pero ahí mismo aparece ya un problema fundamental ¿cómo hacemos para
reconstituir sus raíces, es decir su epistemología, cuando casi la totalidad de
los portadores de esos conocimientos han desaparecido o están desapareciendo?[2]
Paradójicamente mucho de lo que sabemos en la actualidad
acerca de los conocimientos y saberes que han sobrevivido a la colonia han sido
develados por la misma ciencia moderna, sobre todo las ciencias sociales. La
antropología por ejemplo ha permitido la
recopilación y en algunos casos el estudio de muchos saberes y conocimientos
que han sobrevivido hasta la actualidad en diferentes partes del mundo y de
muchos pueblos indígenas. Datos y estudios que son materiales básicos para un
estudio más profundo de su epistemología y desarrollo como conocimiento
sistemático. De ahí que, desde mi punto de vista, la ciencia moderna, en sus versiones críticas, es decir no positivistas, sirven aún para poder investigar y en su
momento desarrollar unas ciencias indígenas modernas, o un conocimiento
sistemático de nuestros saberes. La condición actual de nuestros conocimientos
demandan la participación de la ciencia moderna crítica. De ahí que no sea posible
negar la validez y la utilidad de dichos conocimientos. Pero parafraseando a
Mariátegui cuando se refería a las posibilidades de una revolución en Abya
Yala, el desarrollo de los conocimientos indígenas no puede ser “ni calco ni
copia, deben ser creación heroica”.
No se trata entonces ni de negar la utilidad de la ciencia
moderna (críticas) ni de seguirla acríticamente. El
desarrollo actual de un conocimiento indígena debe ser una “creación heroica”,
es decir una reconstrucción creativa de nuestros saberes a partir de lo que hay
ahora y usando críticamente la ciencia moderna, a partir, se podría decir, de una especie de "ecología de saberes", tomando el postulado de Boaventura de Sousa. Una ecología de saberes que cuestione las jerarquías colonialistas de un saber sobre los otros, ubicando exactamente lo que debe ser desechado y dejando aquello que posibilite la construcción y recuperación de los saberes negados por la modernidad capitalista en el horizonte de generar un saber crítico que sustente y proporcione un marco epistemológico para las transformaciones civilizatorias necesarias en la actualidad.
¿Se podrá reconstituir en su totalidad una epistemología o una ciencia indígena tal cual en la antigüedad? Creo que no, pero si se puede crear una ciencia indígena moderna partiendo de lo que tenemos ahora que contribuya al conocimiento humano y la transformación de nuestras sociedades, una ciencia o un saber que contribuya a superar la crisis civilizatoria capitalista moderna. Un saber que recoja los fragmentos de conocimientos de nuestros antepasados, los profundice y desarrolle[3]. Por eso no se trata de ponernos en una posición dicotómica: conocimiento indígena o conocimiento moderno, sino de saber como conjugarlos critica y creativamente para recuperar, desarrollar nuestros conocimientos en el horizonte de aportar como pueblos indígenas a un conocimiento de toda la humanidad. La cuestión es cómo desde lo que sabemos podemos aportar a construirlo.
¿Se podrá reconstituir en su totalidad una epistemología o una ciencia indígena tal cual en la antigüedad? Creo que no, pero si se puede crear una ciencia indígena moderna partiendo de lo que tenemos ahora que contribuya al conocimiento humano y la transformación de nuestras sociedades, una ciencia o un saber que contribuya a superar la crisis civilizatoria capitalista moderna. Un saber que recoja los fragmentos de conocimientos de nuestros antepasados, los profundice y desarrolle[3]. Por eso no se trata de ponernos en una posición dicotómica: conocimiento indígena o conocimiento moderno, sino de saber como conjugarlos critica y creativamente para recuperar, desarrollar nuestros conocimientos en el horizonte de aportar como pueblos indígenas a un conocimiento de toda la humanidad. La cuestión es cómo desde lo que sabemos podemos aportar a construirlo.
Nuestra posición actual como pueblos indígenas es
potencialmente valiosa. Recupero la idea de la socióloga aymara boliviana Silvia
Rivera Cusicanqui cuando habla de la condición ch’ixi[4]
de la mayoría de la población indígena actual. Condición que implica un doble
vínculo, por un lado ser indios, y por otro también ser modernos al mismo
tiempo. Esto es importante recordar a la hora de llevar adelante la
recuperación y desarrollo de nuestros (que a la vez son conocimientos humanos)
conocimientos en la actualidad. Por un lado disponemos de saberes y conocimientos
indígenas, aunque fragmentados, que son la base de un proyecto de
reconstrucción de ciencia, y al mismo tiempo disponemos de la ciencia moderna
(en sus vertientes criticas y por tanto validas). Una postura ch’ixi para recuperar y desarrollar nuestros
conocimientos y nuestros centros de saber es totalmente necesaria. El proyecto
de recuperación – desarrollo de los conocimientos indígenas requieren de asumir
la ciencia indígena como india y moderna al mismo tiempo, con todas las
contradicciones que puedan haber.
Al mismo tiempo, desarrollar un conocimiento indígena moderno debe implicar, creo yo, un cuestionamiento a una cierta formar de hacer ciencia o de generar saberes. Se trata entonces de desarrollar también un nuevo, o alternativo, modo de producción de saberes que rompa con la forma capitalista de producción de ciencia. Esto es importante ya que no podríamos construir una ciencia indígena moderna y crítica sin superar las formas elitistas de generación del conocimiento moderno. Formas que se sustentan en una jerarquía entre los que supuestamente saben (los científicos) y los que no saben nada (la gente común) que genera una casta de tecnócratas alejados de las realidades de los pueblos. Formas que están muchas veces capturadas por el capitalismo (por ejemplo los avances científicos en materia de ingeniería genética empujados y en manos de transnacionales como Monsanto) y que por su condición poco o nada responden a las necesidades concretas de los pueblos y son poco liberadoras. Formas que parten de un dualismo cartesiano que separa la naturaleza de la sociedad, la madre tierra del hombre y que ha llevado a posibilitar el despojo, la degradación de la naturaleza y de la naturaleza humana.
De ahí que se necesita una forma de producir conocimiento no tanto como "puentes" que generalmente son ficticios más que reales entre la universidad y la gente, sino una forma de producir conocimiento con y desde los pueblos, rompiendo las fronteras que separan al saber calificado de los saberes no oficiales o no académicos. Un modo de producción de conocimiento que no se autonomice de la gente, sino que responda a la dialéctica de capacidades de producción y consumo propias de las diferentes sociedades humanas, es decir, a los proyectos históricos de cada pueblo en el marco de una sujetidad política (en los términos de Bolívar Echeverría) que posibilite una sujetidad epistémica. Esto es, un saber que responda y este sujetado a la libre determinación de cada sociedad, contrario a lo que en la actualidad la ciencia moderna vive, un proyecto ajeno que es el de la acumulación de capital, que es el que determina que se investiga y que no, siempre en el marco de su horizonte histórico. Además, un modo de producción de saberes que rompan definitivamente con la herencia cartesiana que ubica a los seres humanos y las sociedades (teóricamente) por fuera de la naturaleza, y en su lugar parta de lo concreto, de la unidad histórica y natural de los humanos-naturaleza (en kichwa diríamos de la Pacha, que entreteje indisolublemente al ser humano con el resto de la naturaleza). Los saberes de diversos pueblos indígenas son capaces, es mi apuesta, de proporcionar marcos epistémicos alternativos a los binarismos Naturaleza/Sociedad, Hombre/Mujer modernos de tal forma que se puedan construir unos saberes que pongan en el centro, no la acumulación de capital con su consiguiente consecuencia de explotación del ser humano y apropiación y degradación del resto de la naturaleza, sino la reproducción de la vida en todos sus niveles.
La necesidad de la
filosofía y las ciencias sociales en las universidades indígenas
El desarrollo de un conocimiento en cualquier situación
social requiere de sujetos que lo construyan y de espacios que lo promuevan, al
igual que en la antigüedad necesitamos de Yachay Wasi (centros de saber). En la
actualidad se han desarrollado varias experiencias de educación y desarrollo
del conocimiento indígena pero, según mi parecer, han caído en esa negación
radical y perniciosa de lo que sea ha expuesto en líneas arriba. Creo que es un
límite que se debe superar.
Pero también existen otros límites que no permiten una real
reconstrucción y desarrollo de las ciencias indígenas modernas. Estas tienen
que ver con las “carreras” impartidas. Por un lado, existe poco cuestionamiento
con algunos campos del saber – técnico que son producto de la instrumentalización
de la ciencia para provecho del capital[5].
Es necesario que los centros de conocimiento, universidades indígenas
reflexionemos sobre la validez y utilidad de algunas carreras –no en términos
de si sirven o no al “desarrollo” de la sociedad– sino en términos de
emancipación y transformación social. Los centros de conocimiento y
universidades indígenas deben tener un objetivo claro con respecto a esto. No
podemos a nombre de lo indígena repetir acríticamente los axiomas del
capitalismo moderno concretado en carreras que en nada ayudan a la liberación
social de nuestros pueblos del colonialismo y
capitalismo. Y esto requiere, una vez más, de disponer de conocimientos
críticos que nos ayuden a guiarnos en el camino de la emancipación social como
pueblos. Una razón más para no lanzar a la basura alegremente y en nombre de un
conocimiento propio las contribuciones críticas que sea han hecho desde otras
epistemologías. En su lugar creo – y es una falencia rotunda en las
experiencias que conozco de universidades indígenas – que es necesario que
existan espacios académicos para las ciencias sociales críticas[6]
dentro de nuestras universidades por dos razones.
La primera tiene que ver con lo que hemos estado diciendo, la
necesidad de disponer de conocimientos que contribuyan a la transformación
social radical de nuestras sociedades. Si repasamos la historia de la humanidad
desde un punto de vista crítico encontraremos que algunos de los intentos de
transformar las realidades de opresión, explotación y dominación han estado
acompañadas de construcción de conocimientos sociales y filosóficos tanto desde
los pueblos como de pensadores comprometidos con la transformación. No trato de
decir con esto que los intelectuales tengan la “vanguardia” sobre los procesos
de lucha de los pueblos, sino solamente la necesidad de tener también un
argumento, un proyecto, un discurso que ayude a la transformación radical de
las sociedades[7].
Conocimientos y luchas sociales que en la mayoría de veces más bien van unidos
en una relación dialéctica inseparable. De ahí que, si concebimos a las
universidades indígenas como espacios y momentos comprometidos con la
transformación profunda de nuestros pueblos, la reflexión desde las ciencias
sociales críticas sea una necesidad absoluta. No disponer de ellas nos dejaría
sin herramientas críticas y poco o nada contribuiríamos a nuestros pueblos.
Digamos entonces que es una necesidad política estratégica.
La segunda razón es más bien epistemológica. El proyecto de
reconstrucción – desarrollo de los conocimiento indígenas requiere
fundamentalmente de algo que podemos llamar filosofía. El desarrollo de la
ciencia moderna por ejemplo, se ha fundamentado en la filosofía desde la época
de los griegos hasta la actualidad. La filosofía ha sido la madre del resto de
ciencias, la que ha marcado para bien o para mal las formas de acercamiento a
la realidad y la de su transformación, es decir la epistemología científica. Es
necesario decir que cuando decimos filosofía no nos referimos exclusivamente a
una ciencia particular nacida en la Grecia de la Antigüedad y desarrollada
grandemente hasta la actualidad. Nos referimos también a la capacidad de hacer
preguntas, de cuestionar la realidad social y humana. Por tanto es una
capacidad humana de cualquier persona y pueblo. De ahí que es posible hacer
filosofía desde nuestros pueblos, y no solamente como posibilidad sino como una
necesidad urgente. ¿De qué manera vamos a construir una ciencia indígena sin
pensar los fundamentos ontológicos de la realidad, es decir preguntándonos qué
es el ser humano-naturaleza, qué es la vida? La práctica humana y
social está fundamentadas en unas formas de concebir la realidad, y por eso, un
proyecto de reconstrucción – desarrollo de unas ciencias indígenas modernas deben
partir de responder a esas preguntas, confrontarlas con las respuestas que se
han dado en otras tradiciones de pensamiento, complementarlas, discutirlas.
Pero para esto no podemos partir de folclorismos, sino que requerimos de
construir argumentos bien fundamentados y sistemáticos partiendo de lo que
sabemos de nuestros conocimientos fragmentarios. Las universidades indígenas
deben ser espacios y momentos para empezar a producir filosofía indígena
moderna de forma seria. Además implica la recuperación de un conjunto de cosmovisiones que se encuentran sedimentados en los idiomas indígenas como una base para desarrollos posteriores como categorías conceptuales, de ahí también la necesidad del uso de los idiomas dentro de la producción de conocimiento.
Finalmente es importante recalcar que las dos necesidades van
juntas. Podemos y es necesario construir filosofía y ciencias sociales usando
la filosofía y las ciencias sociales modernas críticas y lo que ha quedado o
hay de nuestras filosofías indígenas para profundizarlas y construir fundamentos
sólidos sobre el que podamos construir otras ramas de conocimientos. Y sobre
todo aportar a la transformación real y profunda de nuestras sociedades desde
los pueblos indígenas. Aportar a la superación del capitalismo, del
colonialismo y el patriarcado que nos ha subsumido en una crisis civilizatoria
sin precedentes.
Referencias
De Sousa, Boaventura (2010). "Más allá del pensamiento abismal: de las líneas globales a una ecología de saberes". En: Descolonizar el saber, reinventar el poder, 29-60 pp. Montevideo: Ediciones Trilce.
Echeverría, Bolívar (1998). "El 'valor de uso': ontología y semiótica". En: Valor de uso y utopía, 153 - 197 pp. México DF - Madrid: Siglo XXI Editores.
Foucault, Michel (1992 [1970]). El orden del discurso. Letra
e.
Rivera Cusicanqui, Silvia (2019). Ch’ixinakax utxiwa: una
reflexión sobre prácticas y discursos descolonizadores. Buenos Aires: Tinta
Limón – Retazos.
* Texto modificado a partir de uno publicado originalmente en Revista AMAWTAY No 4, mayo - agosto 2017.
[1] Positivismo entiendo como
la corriente filosófica, epistemológica que considera el conocimiento de la
realidad basada en pura constatación empírica, cuantitativa y directa. Un
acercamiento a la realidad desde lo que ya está dado en la realidad, o sea desconociendo
que la realidad es conocida, captada por mediaciones teóricas y filosóficas de
lo que es la realidad. Es una posición epistemológica que no busca cuestionar
la realidad sino mantenerla o simplemente constatarla.
[2] Esto es una aseveración
general y cierta sobre todo para los pueblos indígenas que soportaron la
dominación desde los inicios de la llegada de los europeos a Abya Yala. En
otros casos, sobre todo en regiones poco accesibles al dominio europeo los
portadores de conocimiento han logrado sobrevivir mejor. De todas maneras,
también es cierto que el alcance de la modernidad y el capitalismo en los
últimos tiempos está amenazando cada vez más la pervivencia de los
conocimientos indígenas.
[3] Es importante señalar que
muchos de los conocimientos de muchos pueblos indígenas del mundo, que hace
décadas fueron menospreciados como supersticiones, la ciencia moderna actual ha
corroborado como ciertas. La concepción eisteniana de tiempo-espacio
inseparables están por ejemplo contenida en la concepción Pacha de los andes.
Algunos biólogos modernos han descubierto que algunas plantas de un bosque se
pueden comunicar con sus congéneres, cosa que algunos pueblos amazónicos lo
conocían aunque de otra forma. Y así muchos ejemplos. Pero la cuestión es que
no podemos quedarnos complacidos con esas aseveraciones sino que es necesario
profundizar, sistematizar y desarrollar esos saberes.
[4] Ch’ixi es una palabra aymara que describe un color compuesto entre el
blanco y el negro en un mismo plano. Silvia Rivera usa esa palabra como una
metáfora para describir la condición actual de muchos indígenas y mestizos en
los andes. Condición que sostiene que no se puede hablar de un proceso de
mestizaje o hibridación, sino de la permanencia de dos vínculos: el uno de un
pasado-presente indígena que pervive, y de otro moderno producto de la colonia
y la modernidad. Estos dos vínculos no se mezclan de manera amorfa, sino que
mantienen sus espacios propios, se reproducen, entran en conflicto con el otro
pero no aspiran a eliminar su contrario. Esta condición emergen en las
practicas sociales, la subjetividad y las imágenes de los pobladores andinos de
las grandes ciudades (pero, dado el alcance de la modernidad y el capitalismo
también en las zonas rurales). Para Silvia Rivera esta condición, a pesar de
sus contradicciones, abre una posibilidad de emancipación y descolonización
porque permite por un lado descentrar las nociones de identidad cerradas,
ahistóricas y despolitizadas, y por otro la posibilidad de creación de
conocimientos en diálogo verdadero y de
una modernidad indígena descolonizada (Rivera Cusicanqui, 2010).
[5] Me refiero a las carreras
técnicas generalmente de corte productivista que en nada cuestionan la
condición actual de nuestras sociedades y de la ciencia misma. (Por ejemplo, el
turismo en su varias vertientes, la biotecnología, la administración de
empresas, etc.). No se trata, nuevamente de no estudiar esos campos de
conocimiento sino de tener una actitud crítica sobre ellas. Esa criticidad
según mi opinión puede dar la filosofía y las ciencias sociales críticas.
[6] Considerando que existen
también ciencias sociales que han contribuido a mantener la realidad actual.
Sin embargo, han existido y existen a lo largo de la historia de la ciencia
moderna tradiciones críticas dentro de las ciencias sociales que deben ser
recuperadas y valoradas más allá de si son o no europeas. Así, es necesario
recuperar la Teoría Crítica, el feminismo crítico latinoamericano, los
marxismos no dogmáticos, el pensamiento social latinoamericano, el pensamiento
político indígena, etc.
[7] Es conocido por ejemplo el
gran impacto de la obra de Marx sobre las revoluciones sociales de Europa del
siglo XIX y principios del XX y hasta la actualidad (más allá de las
limitaciones y tergiversaciones). O en nuestra Abya Yala los aportes del
pensamiento katarista boliviano para la descolonización, la teología de la
liberación, el pensamiento zapatista en México, etc.
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