Subsidiando a las élites ecuatorianas desde 1828


"...que los indígenas satisfagan un impuesto o una contribución personal, no sólo es bueno y ventajoso al Estado sino a ellos mismos y a la agricultura. Esta no tiene otros brazos auxiliares... que los de los indígenas y ellos no trabajan sino es obligados por le pago del impuesto. Sin él, se ha experimentado ya, se entregan al ocio y a los vicios. Por estas razones es que el tributo de los indígenas ha sido siempre el ramo más fuerte y productivo de hacienda" (Gobernador de Cuenca, 22, octubre de 1828).

"Art. 1o Los indígenas colombianos, pagarán desde la edad de 18 años cumplidos hasta la de 50, también cumplidos una contribución que se llamará contribución personal de indígenas" (Decreto del 15 de octubre de 1828 en Bogotá, antes del desmembramiento de la Gran Colombia). 

Un dirigente de la CONAIE le dice al gobierno de Moreno y a las élites políticas y económicas de este país –que desde la ignorancia salen a decir que el Estado ha hecho mucho por los indígenas– que los pequeños productores del campo son los que subsidian desde abajo la economía. El peso de la economía y de la riqueza social cae sobre y es creada por las manos y cuerpos de los trabajadores, de los indígenas campesinos, de las mujeres, de la naturaleza. 

En el capitalismo la riqueza social no es producida por las empresas privadas, la produce el trabajo concreto, sea como trabajo asalariado, sea como trabajo autónomo, como trabajo colectivo, como trabajo reproductivo no reconocido de millones de personas alrededor del mundo y a expensas y por medio del control y destrucción de la naturaleza. El Ecuador, obviamente no es la excepción, mucho menos en tiempos del ataque neoliberal sobre el sostenimiento de la vida.

En perspectiva histórica, el Estado ecuatoriano se ha levantado sobre los hombros de los pueblos indígenas. Con la llamada “independencia”, los tributos a las que estábamos obligados los pueblos indígenas no desaparecieron. La “Contribución Personal de Indígenas” fue fundamental para el proyecto de constitución del estado-nación ecuatoriano que querían las élites, ya que luego de las guerras de independencia se necesitaba solucionar los deficits económicos de las arcas estatales en formación. La única forma que encontraron las élites aristocráticas y generalmente masculinas de la época, fue ponerla sobre los hombros de los pueblos indígenas.

"El tributo colonial volvía a ser implantado con un nombre diferente que trataba de sintetizar los planteamientos de igualdad del indígena, aunque en los hechos se convertía en una imposición que los segregaba nuevamente como al ‘otro’ ya que estaba dirigida únicamente a este sector de la población" (Moscoso, 1991, p. 373).

A pesar de que la fundación de la república implicó formalmente un régimen de igualdad de toda la población ante las leyes, la práctica como bien se sabe fue que en la base social los pueblos indígenas fueron los que sostuvieron con su trabajo al naciente estado, y además a la iglesia.

Luego de 1857 cuando se elimina la “Contribución Personal de Indígenas” no es que la población indígena quedó libre de impuestos. Los indígenas pasaron a contribuir de manera fundamental como mano de obra obligatoria en la ejecución de diversas obras públicas de forma gratuita o a mínimo pago.

De ahí que, los cimientos históricos del estado nación ecuatoriano bien se pueden decir que son coloniales, tanto desde el punto de vista económico, como desde el punto de vista social. La formación del estado ecuatoriano también implicó la dominación de los pueblos indígenas en tanto representados como los “otros”, como menores de edad, sin posibilidad de auto representación política (Para ser ciudadano,  o autoridad pública dependía de si se era propietario, castellano hablante, alfabeto y varón).

Como indica Andrés Guerrero:

"A comienzos del siglo XIX para el ‘nuevo Estado’, enfrentar el problema del tributo estaba muy lejos de ser exclusivamente una cuestión económica. Era un asunto que ponía en juego todo el sistema social, incluyendo la organización política y las distribuciones mentales que cada grupo compartía sobre lo que era la realidad" (Guerrero, 2010a, p. 26).

El advenimiento del régimen de hacienda como un sistema de dominación político económico e ideológico –administración étnica de poblaciones lo llama Guerrero– tampoco quitó las cargas económicas de los huasipungueros, estos debían trabajar para el hacendado a cambio de tierra y del pago de deudas eternas. Los pueblos indígenas atrapados en ese sistema de dominación –el hacendado como explotador económico pero muchas veces dueño también del poder político local, el teniente político como funcionario del estado, y los curas ejerciendo dominación ideológica– seguían entregando no solamente su fuerza de trabajo, sino sus vidas completas a la hacienda y a todo el estado.

En lo posterior, con la caída de las haciendas, los pueblos indígenas recuperan un poco de sus tierras, la mayoría de mala calidad, y en condiciones precarias que hace que tengan que migrar a vender su fuerza de trabajo a las ciudades, suman a la masa de población trabajadora de las fábricas o dentro de las mismas haciendas ahora convertidas en empresas agrícolas. La población indígena ahora ya juntada a la población obrera de las ciudades continua con la obligación de sostener con su trabajo y sus cuerpos la vida económica del país. Dentro del régimen de explotación capitalista los trabajadores indígenas, obreros y campesinos, contribuyen de manera oculta a la creación de la riqueza que es apropiada privadamente por los empresarios. Y luego además pagan impuestos al estado., y si por su situación económica no lo hacen, subsidian con la agricultura familiar, el trabajo doméstico, el comercio ambulante, el sostenimiento cotidiano de la vida de la gente. La pequeña agricultura es la que abastece de alimentos a las ciudades, al contrario de lo que las grandes plantaciones de monocultivos que se destinan a la exportación.

Cuando los dirigentes de la CONAIE le dicen a las élites y al gobierno quiénes en realidad, con sus trabajos y sus cuerpos, sostienen la economía de este país, no solo hablan del presente, lo están haciendo desde la historia profunda de este país. Están tocando la estructura colonial sobre la que se ha construido el Ecuador. Estructura colonial que ha puesto a los pueblos indígenas en la base de la economía, y que ahora ya como parte de una más amplia clase trabajadora junto a mestizos, afrodescendientes, mujeres populares soportamos las imposiciones económicas de las élites de este país.

El horizonte colonial -esa estructura de prácticas y mentalidades que nacidas en la colonia contra los indígenas cruza las diferentes épocas de la sociedad y del estado como columna vertebral sobre la que se asientan las otras dominaciones- no ha dejado de ser actual. 

Según los datos estadísticos actuales la población con mayores niveles de pobreza son las comunidades indígenas. Los proyectos extractivistas están asentados en los territorios y comunidades indígenas y campesinos. El 81% de la población indígena trabaja en la informalidad, 30 puntos más que el resto de la población; la tasa de analfabetismo es cuatro veces más que la de los no indígenas; 54% vive aun en situación de pobreza. El 42% de los niños y niñas indígenas sufren de desnutrición crónica, el doble de la población nacional (datos del Banco Mundial y FAO). 

A esto hay que sumar el profundo racismo de la sociedad, que justamente emergió de las profundidades sociales durante y después del levantamiento y es utilizado por las élites y el gobierno para deslegitimar al movimiento indígena frente al resto de la población ecuatoriana. Frases como "indio agarrado, indio encarcelado" no forma parte de ningún estilo "periodístico"; que el estado ha hecho mucho por los indígenas, que ha entregado tierras de forma gratuita, y que hay que estar agradecidos, que fuerzas externas han manipulado al movimiento indígena, que no regresemos al páramo, etc, no muestran sino la estructura mental colonial de las élites.

El problema colonial o el racismo no es sólo un problema cultural, es también y ante todo un problema de estructura económica y política. El estado colonial es un estado explotador, y como tal oprime también a la población mestiza, a las mujeres de sectores populares empobrecidos, tal como lo ha hecho históricamente, solo que antes la población indígena autoidentificada era mayoritaria. La población que hoy se considera a si misma mestiza tiene diversos orígenes indígenas, y el proceso de amestización ha sido forzado y doloroso. El peso de la explotación económica y la dominación social de las élites blancas del país provocaron el blanqueamiento y amestizamiento de gran parte de población indígena, como una forma de escapar de los agravios y opresiones por ser indígenas. A esto hay que sumar toda la política del mismo estado por asimilar a los indígenas a la sociedad "nacional" desde perspectivas racistas, coloniales.
Contra ese estado colonial, contra el regreso de un neoliberalismo fascista, que afecta a todos, es que el levantamiento de octubre alzó su voz y puso los cuerpos explotados, racializados y feminizados para decir NO al FMI, no a las pretensiones de las élites de querer poner el peso de la economía y del estado sobre los pueblos indígenas, hombres y mujeres trabajadores, sobre la naturaleza.


Referencias

Guerrero, A. (2010a). Curagas y tenientes políticos: La ley de la costumbre y la ley del Estado (Otavalo, 1830-1875). En Administración de poblaciones, ventriloquía y transescritura. Análisis históricos: Estudios teóricos (pp. 17-98). Lima: IEP, Quito: FLACSO-Ecuador.
Moscoso, M. (1991). La tierra: Espacio de conflicto y relación entre el Estado y la comunidad en el siglo XIX. En H. Bonilla (Ed.), Los Andes en la encrucijada. Indios, comunidades y Estado en el siglo XIX (pp. 367-390). Quito: FLACSO Ecuador - Libri Mundi.

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