Kimsakocha y la lucha por la plurinacionalidad
Cuando
en la década de los 90s el movimiento indígena ecuatoriano propuso
a la sociedad el proyecto político de la plurinacionalidad, el
estado y los grupos de poder entendieron muy bien las posibilidades
transformadoras que implicaba la autodeterminación de los pueblos
indígenas y populares. Por esa razón quisieron ver en la
plurinacionalidad un proyecto separatista, o fraccionador del estado
y un peligro para la sociedad para lo cual invocaron uno de los mitos
modernos, es decir la nación y su unidad. En tal sentido no podía
existir un estado plurinacional porque implicaba botar al suelo toda
la construcción histórica de una nación, un estado, un territorio
unitario, gobernado por una élite política económica.
Con el tiempo, el estado y los grupos de poder suavizaron su radical oposición y prefirieron aceptar la plurinacionalidad como una mera reivindicación de diferencias culturales, es decir como pluriculturalidad. Aceptaron así en 1998 que la nación ecuatoriana esté compuesta por diferentes culturas y lenguas. Mientras no se toquen las estructuras económicas y políticas, los pueblos y nacionalidades indígenas podían ser parte del estado-nación ecuatoriano. En el fondo se trató de una concesión a medias para avanzar con la ola neoliberal.
Con el tiempo, el estado y los grupos de poder suavizaron su radical oposición y prefirieron aceptar la plurinacionalidad como una mera reivindicación de diferencias culturales, es decir como pluriculturalidad. Aceptaron así en 1998 que la nación ecuatoriana esté compuesta por diferentes culturas y lenguas. Mientras no se toquen las estructuras económicas y políticas, los pueblos y nacionalidades indígenas podían ser parte del estado-nación ecuatoriano. En el fondo se trató de una concesión a medias para avanzar con la ola neoliberal.
La
plurinacionalidad tal como fue pensada y construida por el movimiento
indígena más allá de ser una exigencia de reconocimiento de
diferencias culturales postula la transformación profunda de las
estructuras políticas y económicas del estado-nación, en el
sentido de conformar otras estructuras que se sostengan sobre el
autogobierno y la autonomía territorial de los pueblos y
nacionalidades lo que implica a su vez un nivel de co-gobierno y
co-decisión sobre la vida social–natural que se desarrolla en los
territorios.
En
este sentido la plurinacionalidad significa abrir las posibilidades
para que la gente organizada, los sujetos sociales puedan ejercer lo
que Bolívar Echeverría llama la capacidad de forma –la potencia
de auto-determinar, definir y dirigir su propia socialidad, es decir
el conjunto de relaciones de convivencia entre seres humanos y no
humanos. Pero no se trata de un autodeterminación excluyente sino de
una que posibilita la articulación de las diferentes sujetos
sociales en un proyecto de vida en común construido sobre fines
definidos colectivamente y desde las bases de la sociedad en el
horizonte de fracturar la inequidad política y económica reinante.
La
plurinacionalidad entonces es la puesta en práctica de las
capacidades de gobierno de los pueblos y nacionalidades, que a su vez
se sostienen sobre lo comunitario –sea del campo como comunidades
indígenas, o de la ciudad como comunidades urbanas o barrios
organizados–. Lo comunitario entendido como una relación social
que reproduce una lógica de autogobierno de todo el tejido
social-natural-espiritual (que implica las relaciones sociales entre
comuneros, y de estos con la vida no humanas y las deidades), es
decir el gobierno de las relaciones sociales, de los medios de
existencia como puede ser el agua y la tierra. Esto, en términos
concretos y políticos, significa que para el estado nación –en
tanto monopolio de la vida política en beneficio de una élite– y
del capitalismo, en su afán de infinito de recursos para la
explotación y la acumulación de valor, las comunidades y su forma
comunitaria de existencia social son obstáculos a destruir o
funcionalizar en su beneficio.
Visto
así, la plurinacionalidad es un proyecto de transformación radical
de las estructuras capitalistas y coloniales e implica entonces: la
reproducción y el fortalecimiento de las capacidades de autogobierno
y control del tejido social-natural en beneficio de un proyecto de
vida en equilibrio entre las dimensiones humanas y no humanas de la
vida que se reproducen en un determinado espacio territorial. Esto es
lo que ocurrió como un germen en el cantón Girón, provincia del
Azuay, al sur del Ecuador.
Luego
de más de diez años de luchar para que se tome en cuenta el sentir
y la decisión de las comunidades directamente afectadas por un
proyecto mega minero, y de varias cortapisas puestas por los
gobiernos, el estado y la misma transnacional interesada en el
proyecto, las comunidades y la población aledaña han logrado
realizar una consulta histórica que ha dicho un NO rotundo a la
megaminería transnacional en Kimsakocha en la provincia del Azuay,
poniendo por encima de las ganancias del capital, la inmensa riqueza
contenida en el tejido social–natural de sus territorios. No se
trata solamente de defensa del agua por si misma, sino también de
toda la vida que se entreteje con ese ser común natural.
En
dicha consulta se puso en práctica lo escrito en la constitución de
2008 en cuanto tiene que ver a la plurinacionalidad. Se podría decir
que significa un germen inicial de una verdadera construcción de un
estado plurinacional desde las bases, desde las comunidades
organizadas en tanto significa el triunfo de las capacidades de
autogobierno y definición colectiva de lo que se quiere, se debe y
se puede hacer sobre sus territorios. El No a la mega-minería es un
Si no solamente al agua y la vida –que por si misma ya tiene un
valor de uso inconmensurable– sino que es también un Si a la
capacidad política, muchas veces perseguida, negada y disminuida, de
las comunidades campesinas de aquel sector. Es un Si, a la capacidad
de veto de lo que no quieren en sus vidas, un veto a los proyectos de
amenazan con destruir el tejido social-natural donde se reproducen
todos los seres humanos y no humanos (las comunidades, las lagunas,
el páramo, el agua, a tierra, los espíritus).
Además
de esto, lo sucedido en Girón tiene la particularidad de que no se
trata exactamente de comunidades indígenas ejerciendo sus derechos
colectivos, forma a la que se ha pretendido reducir el alcance de la
plurinacionalidad y sus lógicas legales. Recordemos que en un caso
similar de amenaza minera en Molleturo, en la misma provincia del
Azuay, el estado por medio de sus funcionarios trataron de negar el
cumplimiento jurídico de la consulta previa e informada aduciendo
que dichas comunidades no son indígenas ni ancestrales, sino
campesinos llegados de otros lados. Para el estado, la
plurinacionalidad sigue siendo cuestión de y para los pueblos y
nacionalidades indígenas, es decir un problema de diferencia
cultural o social, pero no un problema político.
La
plurinacionalidad al sostenerse sobre la capacidad de autogobierno de
la sociedad organizada –sea comunidad indígena, campesina, barrio
organizado, asambleas populares– desborda los límites estrechos de
la política entendida desde el estado capitalista y colonial.
Justamente la consulta de Girón, llevada a cabo por comunidades
auto-identificadas como campesinas, por sistemas de agua de riego
organizados y población en general, nos muestra en la práctica los
limites de un estado colonial en dos sentidos. Por un lado, las
comunidades y la población de Girón ha dicho NO al colonialismo
como proceso de apropiación privada transnacional de una trama del
tejido social– natural como es el área territorial destinada a la
explotación, del uso y destino del agua, y también de la
explotación de la fuerza de trabajo campesina del territorio para la
minera. La actividad minera es un proceso de colonización en tanto
se apropia de territorios y de fuerza de trabajo barata para la
acumulación de ganancias en otras latitudes del mundo. Por otro
lado, Girón dijo NO al colonialismo estructurado en el estado que
quiere definir quién es y quién no es indígena, campesino o
mestizo. Un estado colonial que quiere construir muros sociales entre
sectores populares y pueblos y nacionalidades para desviar la
atención de las desigualdades políticas y económicas de todos.
Finalmente
es importante señalar que la lucha por la consulta de Girón y
contra la mega minería transnacional ha mostrado la fuerza y
valentía de las mujeres campesinas que han estado al frente. Han
sido ellas las que se han visibilizado mayoritariamente en las
marchas por el agua. Ellas saben que la destrucción de la naturaleza
y la explotación de mano de obra de los varones en la mina
significará el empeoramiento de sus condiciones de vida, en tanto
sobre ellas recae el peso del trabajo reproductivo de sus hogares y
familias. La contaminación del agua empeorará las condiciones para
la agricultura y ganadería campesina sostenida mayoritariamente por
las mujeres campesinas de esos territorios. Por esa razón han sido
las primeras en oponerse al proyecto minero.
La
consulta de Girón ha mostrado las posibilidades de la lucha por
construir una verdadera plurinacionalidad como autogobierno de la
sociedad, más allá de lo indígena, con y contra el estado colonial
capitalista.
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