La cuestión de los idiomas indígenas*
“[…] se le cortará por
el verdugo la lengua […]
(José Antonio de
Areche, Visitador General del Perú, 15 de mayo de 1781)
Kallari
Kallariypika
kay killkashkaka mana kichwa runakunapak kanchu, chay rantika castellano
rimakkunapakmi. Runa shimikunata rimakkunaka asha asha ñukanchik shimikuna
valikta ñami yachanchik, chayraykumi ñukanchik shimikunamanta maypi kashpapash
ima kuskakunapipash tawka watakunatami awkanakushpa shamushkanchik shinapash
ñukapa yuyaypika castellanota rimakkunapish runakunapak shimikunata
kawsachinapi, wakaychinapipash yanapanami kankuna, chayrayku kay killkashkataka
mishu shimipi paykunapish yuyarichun nishpa killkashkani. Mama tantanakuyka
CONAIE ña punta watakunapika nishkami, runakunapak llakikunataka mana
ñukanchikpuralla allichinachu kanchik, tukuylla kay mamallakta runakunatami
mutsunchik, runa kakpi, mishu kakpipash.
Shuk
Es
necesario partir indicando una cuestión que ya ha sido postulada por el
proyecto político del movimiento indígena. La solución a las problemáticas de
los pueblos y nacionalidades indígenas requiere de la participación de toda la
sociedad. Implica entonces asumir una visión relacional de la realidad social. Muchas
veces se piensa que la cuestión de la supervivencia de los idiomas indígenas es
un problema de sus portadores y no de toda la sociedad y el Estado. Visión
totalmente errada si pensamos desde una perspectiva relacional. La pérdida de
un idioma indígena, como el kichwa o el shuar o cualquier otro, repercute en el crecimiento
hegemónico del castellano, que a su vez propicia una mayor subordinación de los
primeros. Las lenguas dentro de una sociedad van unidas, se dominan unas a
otras. Por ejemplo, la pérdida de hablantes de una lengua significa el aumento
de hablantes de la otra, y esto deviene en mayor hegemonía social de una lengua
sobre la otra.
Sin
embargo, no se trata de eliminar el castellano sino de abrir espacios
verdaderos para el resto de idiomas nacionales en toda la sociedad, de tal
forma que cada uno pueda desarrollarse, disponga de espacios propios y prestigio social. Se trata de una cuestión de poder, y el poder es relacional y
deviene en dominación muchas veces. Los idiomas indígenas en nuestro país se
encuentran arrinconados frente al castellano.
La
sociedad en su conjunto tiene una responsabilidad grande frente a esto. En
primera instancia la supervivencia y desarrollo de una lengua está en manos de
sus hablantes. ¿Quién sino el pueblo portador de una lengua para sostenerla,
desarrollarla? ¿Quiénes tenemos la responsabilidad primera frente a nuestros
idiomas? La respuesta es obvia. Sin embargo, desde un perspectiva relacional
las lenguas no perviven en el aire sino en espacios sociales concretos, la
supervivencia de las lenguas minorizadas, como el kichwa o el shuar, es también
responsabilidad de la población castellano hablante. Entonces no es un problema
de los pueblos y nacionalidades solamente, sino de todos. Y por eso cuando
escribo esto lo hago fundamentalmente para la sociedad monolingüe castellano
hablante. Los pueblos y nacionalidades en gran medida estamos conscientes de la
importancia de cuidar y desarrollar nuestros idiomas a pesar de todo el peso
del desprestigio que pesa aún sobre ellos. Creo que para la población
monolingüe castellano hablante eso está muy lejos aún de ser un problema a
solucionar.
Ishkay
“[…] y para que estos
indios se despeguen del odio que han
observado contra los
españoles, y sigan los trajes que
les enseñan las leyes,
se vistan de nuestras costumbres
españolas y hablen la lengua castellana, se
introducirá con mas
vigor que hasta aquí,
el uso de las escuelas, bajo las penas
más rigurosas y justas
contra las que no la usen, después de
algún tiempo en la que
puedan haber aprendido […]”
(José Antonio de
Areche, Visitador General del Perú, 15 de mayo de 1781)
Así
sentenciaba el Visitador General del Perú la prohibición de los idiomas
indígenas de la época, kichwa y aymara, en los territorios del actual Perú y
Bolivia luego del levantamiento de Tupac Amaru alrededor de 1780. Se trata de
una prohibición de casi todo signo de vitalidad de la nobleza indígena de la
época representada en los símbolos incaicos, pero también de la prohibición
general a toda la población indígena campesina del uso de sus idiomas y la
enseñanza obligatoria del castellano por medio de la instrucción escolar
dirigida por los curas, y su uso extendido como única lengua válida de la sociedad.
Para algunos historiadores la liquidación del levantamiento ponía punto final
al desarrollo del Tawantinsuyu y abría una nueva época histórica con duras
consecuencias para la mayor parte de la población indígena y sus proyectos
históricos como pueblos. Llegarían las repúblicas que intentarán una y otra vez
construir Estados – nación sobre una inmensa heterogeneidad social y cultural, promoverán
proyectos de formación de una cultura
nacional, y asumirán una sola lengua,
la castellana, como medio legítimo y superior de comunicación.
Es
relevante señalar que a pesar de que los idiomas indígenas fueron minorizados y
dominados por el poder social y político de los conquistadores en Abya Yala, la
gran mayoría de la población en general, no solamente los indígenas kichwa o
aymara hablantes, usaban y entendían estos idiomas. Una gran parte de la
población serrana criolla y mestiza de la época entendían y usaban el kichwa o
el aymara para comunicarse (Szeminski, 1974). No es sino hasta después del
levantamiento de Tupac Amaru que el kichwa y el aymara son prohibidos en la
población, y se inicia un proceso sostenido de eliminación o, en el mejor de
los casos, de reducción de su uso a espacios locales y domésticos. Al mismo
tiempo se vuelve obligatorio el aprendizaje y uso del castellano para toda la
población, conformando poco a poco una sociedad nacional monolingüe castellana que
perdura hasta la actualidad. Esto indica las posibilidades de construir sociedades
enteramente bilingües o, para el acaso actual del Ecuador, multilingües. Esto
depende en mucho de la postura del Estado hacia los pueblos y sus idiomas.
Kimsa
Pero
la sentencia también puede tener un contenido simbólico. Cortarle la lengua al
kuraka rebelde significaba cortar el instrumento de comunicación entre él y su pueblo, cortar la transmisión de la palabra insurgente hacia el resto de
rebeldes. Separar definitivamente el lugar de los incas como pueblo civilizador
del resto de la población, es decir un intento de borrar por la violencia
física y simbólica la memoria de la gente, y por ende de cualquier proyecto
utópico de liberación. Es también un intento de acabar con el código de
comunicación de la gente, el idioma debe ser borrado y en su lugar debe
colocarse el castellano. “Cortar la lengua” es suspender simbólicamente la
transmisión del idioma entre las generaciones.
Creo
que gráfica muy bien la relación entre los Estados y los idiomas. El Estado
puede cortar la transmisión, pervivencia y desarrollo de un idioma, o bien
promoverlo y afirmarlo. Tal o cual dirección tiene que ver con la formación de
los Estados nacionales que en su desarrollo tienden a borrar lo históricamente
diverso y particular de las sociedades dentro de un proyecto totalizante que
busca conformar una sola comunidad nacional que reclama lealtad e
identificación. Todo Estado se construye siempre en contra de unos “otros”, es
decir en tanto proyecto de unificación de la sociedad niega en su formación la
presencia de otros pueblos desarrollados históricamente a la par (Corrigan y
Sayer, 1985). Dicha negación implica necesariamente la unificación lingüística
por medio de una política que legitima qué se debe hablar, cómo se debe
hablar, dónde se debe hablar, pero también en
qué idioma se debe hablar para ser parte de la nación. Conocidas son las
características que posibilitaban la ciudadanía en la constitución de las
repúblicas de Abya Yala: ser blanco, varón, tener propiedades y ser alfabeto
(obviamente en lengua castellana). En dicha formación no había cabida entonces
para las lenguas de los “otros”, para el kichwa, el shuar chicham, el
t’safiqui, el awapit, el a’ingae, etc[1].
Pero
los Estados también son monopolios de diversos ámbitos de la vida social. A más
de los conocidos monopolios: de la violencia física y simbólica, de los
tributos, de los bienes comunes, de las leyes y su aplicación (García, 2015), también es un monopolio de la lengua legítima de la sociedad.
Indica, afirma, promueve el uso y el desuso de unas en desmedro de otras,
legitima una y elimina otras. Un monopolio del que no se salva ni la propia
lengua legitima, ya que por la vía de la estandarización se fortalece la
“lengua culta” y se eliminan las “lenguas mal habladas”.
La
vida de las lenguas va entonces unida a la formación de los Estados y a su carácter.
Y esto es importante decir ya que cualquier proceso de revitalización de una
lengua minorizada, como es el caso de las lenguas indígenas del Ecuador y Abya
Yala, pasa también por la
democratización lingüística del Estado, de todos los estamentos institucionales,
las leyes, la educación pública en todos los niveles, los medios de
comunicación, la atención pública y privada. Si la subyugación de una lengua
por otra se produce, a más de otros factores, por la deslegitimación y el
desprestigio de la una, su recuperación implica el camino contrario, es decir
la promoción de su validez, de su legitimidad y de su prestigio.
Pero,
que una lengua obtenga prestigio en el contexto de nuestras sociedades cruzadas
por el racismo y la explotación de clase y étnica, implica que es necesaria
también una reivindicación del pueblo portador de dicha lengua. No podemos
pensar en la legitimación de un idioma indígena, por ejemplo el kichwa, sin
dotar de condiciones materiales para el desarrollo del pueblo kichwa.
La legitimación de los idiomas indígenas necesitan una re-estructuración del
poder simbólico entre sociedades, pero también del poder económico y político
de las sociedades indígenas en el Estado.
Para
mi ésta es una diferencia fundamental entre la situación de las lenguas
indígenas en Abya Yala y las lenguas minorizadas europeas. En nuestras
sociedades los pueblos y nacionalidades estamos muy lejos de disponer de los
medios de existencia necesarios para desarrollarnos como proyectos de pueblo.
Los portadores de lenguas minorizadas en Europa a pesar de todo disponen de
niveles económicos que posibilitan una mayor atención a la problemática
lingüística. En nuestro caso, existen profundas inequidades estructurales que
muchas veces nos llevan a priorizar las luchas por el territorio o el agua, dejando de lado la lucha por la lengua. Por esa misma razón, la lucha por los
idiomas indígenas es una cuestión política y debería ser asumida como tal no
solamente por las organizaciones y la población indígena sino también por toda
la sociedad.
Como
bien ha enseñado Bolívar Echeverría (1998) la reproducción social de un pueblo
o sociedad, es decir la continuidad histórico-cultural de un pueblo como tal,
implica una dimensión semiótica unida al proceso de reproducción material (es
decir, a la posibilidad de dar continuidad a la vida de las personas y sus
comunidades). La dimensión semiótica del proceso de reproducción social de un
pueblo implica un código comunicativo que es fundamentalmente la lengua. El lenguaje,
o la lengua en nuestro caso, es fundamental en el proceso de producción y
reproducción de la forma de la socialidad de un sujeto social, es decir de su identidad
social. El lenguaje, dice Echeverría, no sólo condensa y perfecciona las
realizaciones semióticas de la práctica sino que también se mezcla en ellas[2].
La continuidad histórica en términos materiales, es decir como satisfacción de las
necesidades vitales propias de un pueblo de acuerdo a su proyecto de sociedad,
no pueden separarse de la continuidad histórica en términos culturales, lo cual
incluye la pervivencia de la lengua. Desde este punto de vista, la
recuperación y la pervivencia de una lengua dependen también de la reapropiación de los medios de existencia de los pueblos indígenas, esto es, territorio,
agua, instrumentos de producción, conocimientos. A pesar de que es cierto que
en primera instancia la pervivencia de un idioma depende de sus hablantes, no
se puede asumir una postura voluntarista de un problema que no es solamente de
actitud del hablante ante su lengua, sino que es también social y político. ¿Cuál
es la posición social de los hablantes de una lengua indígena frente al resto
de la sociedad? ¿En qué se basa el prestigio social que tiene el castellano
frente a los idiomas indígenas? ¿Qué papel
juega el Estado frente a las lenguas indígenas? Si miramos desde un
punto de vista social y político las lenguas indígenas no tienen mayor
posibilidad de recuperación y desarrollo si no partimos de la necesidad de
cambiar las relaciones de poder entre diferentes sectores de la sociedad y con
el Estado.
La
plurinacionalidad como proyecto político del movimiento indígena para toda la
sociedad va justamente en esa dirección: cambiar las estructuras sociales que
permitan el pleno desarrollo de todos los pueblos que conforman la sociedad. De
ahí que, la pervivencia de los idiomas indígenas en el contexto actual requiere
de Estados plurinacionales que lleven acabo procesos de democratización
lingüística, o sea de dotar de las condiciones materiales y simbólicas a las
lenguas y sus portadores para su desarrollo pleno dentro del conjunto de la
sociedad y del país. Sin plurinacionalidad real, sin transformación del Estado
y de las relaciones sociales entre la sociedad mestiza y los pueblos y
nacionalidades indígenas no es totalmente posible la recuperación de los
idiomas indígenas.
Finalmente, y desde la experiencia de lucha de los pueblos y nacionalidades indígenas sabemos que tampoco podemos esperar del Estado sin más. Todo, o casi todo de lo que se ha inscrito en el Estado como leyes, instituciones y derechos han sido producto de la movilización y lucha de la gente. De ahí que la recuperación de las lenguas indígenas depende también de los pueblos portadores de ella (y obviamente de los individuos), es necesaria la exigencia de los pueblos indígenas por medio de sus organizaciones y comunidades al Estado en sus diferentes instancias, sean estas nacionales o locales (como por ejemplo los municipios con población indígena). Por último, la responsabilidad debe ser asumida también en el nivel personal y familiar, donde la transmisión del idioma debe reanudarse, fortalecerse, expandirse de los adultos a los niñxs y jóvenes. Hacer que el tejido de la lengua se vuelva a unir y así sobrepasar el acto colonial de cortar la lengua a nuestros pueblos.
Referencias bibliográficas
Corrigan,
Philip y Derek Sayer (2007)[1985]. “El gran arco: La formación del Estado
inglés como revolución cultural”. En: Cuadernos
de Futuro 23: Antropología del Estado. Dominación y prácticas contestarías en
América Latina. Lagos, María y Pamela Calla (comps.): 39-116 pp. La Paz:
INDH-PNUD.
García,
Álvaro (2015). “Introducción a la edición de 2015. Estado, democracia y
socialismo”. En: Forma valor y forma
comunidad: 9-33 pp. Quito: IAEN –
Traficantes de sueños.
Echeverría, Bolívar
(1998). “El ‘valor de uso’: ontología y semiótica”. En: Valor de uso y utopía: 153 – 197 pp. México DF: Siglo XXI Editores.
Szeminski,
Jan (1974). “La insurrección de Tupac Amaru II: ¿guerra de independencia o
revolución?. En: Revista de Estudios
Latinoamericanos No2: 9 – 60 pp.
* Publicado originalmente en Línea de Fuego: https://lalineadefuego.info/2017/10/05/la-cuestion-de-los-idiomas-indigenas/
[1] Se requiere un estudio
histórico más detallado de las políticas lingüísticas en el Ecuador,
entendiendo esto no solamente como el estudio jurídico del estatus legal del
kichwa y demás lenguas indígenas del país, sino también de la promoción –
negación real en la vida estatal y social a través de la educación, los medios
de comunicación, la institucionalidad estatal, los espacios culturales.
[2] “[…] lo que acontece con el lenguaje representa,
en el escenario de la imaginación pura, aquello que acontece en el terreno de
la proyección/realización práctica; pero, a su vez, nada acontece en este
terreno que no constituya también una representación de aquello que se juega en
el lenguaje” (194).
May sumak yuyaymi kan. Shunkumanta yuyaymantapish kuyayta runakuna shimiman jatarichin.
ResponderBorrarNuestras organizaciones por la sobrevivencia han y hemos priorisado la economia y la alimentacion. Y bien dicho que la recuperacion de lenguas nativas no puede caminar solo de la voluntad y decision de sus hablantes. Es necesario un trabajo conjunto de la sociedad mestiza para cambiar las estructuras del poder colonial y encaminar una nueva relacionalidad de vida.