A propósito del 12 de octubre: makanakushpa katinkapak

Inti Cartuche Vacacela
 
Junio de 1990 es un momento de quiebre en la sociedad ecuatoriana del siglo pasado. Miles de indígenas, agrupados en sus organizaciones de base y articulados a la CONAIE coparon las carreteras y plazas de las principales ciudades de la sierra ecuatoriana. De esta forma, los pueblos y nacionalidades indígenas junto a sus organizaciones emergían en la sociedad ecuatoriana como un sujeto político que hasta ese entonces habíamos sido invisibilizados, menospreciados, dejados de lado históricamente por el estado y en general por una sociedad que se pensaba así misma como blanca.

El estado ecuatoriano históricamente se ha constituido sobre el supuesto de una única nación blanca, ni siquiera mestiza ya que la mayoría de las veces esta población era menospreciada por su origen indígena. Hay que decir, esta noción “uninacional”, como lo denunciaron en su momento las organizaciones indígenas, dejó de lado a las nacionalidades indígenas y sus pueblos en la construcción histórica del estado[2], se sustentó en la exclusión y en la explotación sistemática de la población indígena. En el caso, de la sierra la vía más común fue la hacienda y la explotación laboral. En la amazonía, a su vez, las poblaciones indígenas eran vistas como rezagos de la civilización (moderna), sin mayor valor[3] para el país. De esta forma, los indígenas fuimos, o bien sometidos a una dominación social y política o bien, ignorados por la sociedad ecuatoriana. Así, el estado y la sociedad  se construyeron “como si todos fuéramos iguales”, desconociendo las diferencias entre los pueblos, y a la vez, negando las desigualdades sociales y políticas entre los diversos pueblos del país, “como si todos fuéramos hermanos”.

Las luchas de las organizaciones indígenas han cuestionado justamente esa exclusión y esa falacia de “una sola nación, un solo estado”. Contra esta construcción social e histórica del estado ecuatoriano, el movimiento indígena propuso la construcción de una Estado plurinacional y una sociedad intercultural. ¿Qué significaba esto? El reconocimiento político de la presencia de pueblos y nacionalidades indígenas en el territorio ecuatoriano con sus formas de autogobierno, sus procesos sociales, históricos y culturales[4]. Esto implica una nueva estructura política del estado. A su vez, la construcción de una sociedad intercultural se plantea como un propuesta que, unida a la plurinacionalidad, avance en un proceso de encuentro, en igualdad de condiciones políticas, económicas y sociales, de las diferentes nacionalidades del país. Solo de esa forma podría suceder un diálogo entre colectivos e individuos que no signifique la folclorización, la explotación, la dominación o la estigmatización de una sociedad y sus individuos por parte de otra con mayor poder de todo tipo.

Justamente las luchas indígenas han roto, aunque no se haya concretado aún la plurinacionalidad y la interculturalidad, los supuestos sociales del país bajo los cuales los indígenas habíamos sido pensados: pueblos sin alma, es decir no-humanos según el imaginario colonial europeo, pueblos sin cultura, es decir fuera de la posibilidad de civilidad humana, pueblos sin historia, es decir rezagados a un pasado sin posibilidad de futuro, y por último y en consecuencia de lo anterior, pueblos sin poder político. ¿Cómo iba a ser posible que estos pueblos así concebidos hayan podido bloquear carreteras, llenar plazas y demandar un nuevo estado, una nueva sociedad?

Los levantamientos indígenas eran a la vez inicio de una nueva época en la sociedad ecuatoriana, pero a la vez culminación de un largo proceso de organización de los pueblos en las comunidades, en las ciudades, de toma de conciencia de nuestra realidad y de la construcción de propuestas para solucionarlo. De esa forma, podríamos señalar algunas figuras importantes en ese largo proceso organizativo: Julián Quito y Lorenza Avimañay cabecillas indígenas liderando el levantamiento indígena de 1803 contra las presiones del estado y la iglesia; Fernando Daquilema y Manuela León y el levantamiento contra el gobierno de García Moreno en 1871, Dolores Cacuango y su lucha por la educación bilingüe, Tránsito Amaguaña y la lucha por la tierra en los 50s y 60s del siglo pasado. Toda esta genealogía de luchas indígenas se recogieron en los años 90s en el proyecto político de la plurinacionalidad y la interculturalidad.

Pero las luchas indígenas no han propuesto nunca un proyecto de país pensando solamente en los pueblos y nacionalidades, reiteradas veces las organizaciones han indicado claramente que es un proyecto nacional, para todos y todas. Ese es el sentido también de la demanda de interculturalidad, misma que de alguna forma se forjó de las relaciones de las organizaciones indígenas con otros sectores de la sociedad, como el pueblo afro y mestizo populares de las ciudades. Partió del reconocimiento y la identificación con “los otros”, con los diferentes, lo que implicaba menos un cierre sobre la propia cultura que la apertura sincera y sobre todo en igualdad de condiciones a los otros pueblos; implicaba un reconocimiento de la diferencia, pero que no se debía traducir en exclusión, sino en equidad para poder ahí si pensar en que somos iguales, diferentes y finalmente hermanos y hermanas que construimos una sociedad diferente.

Para finalizar, en la actualidad, a pesar de que ese largo proceso de lucha de las organizaciones indígenas ha logrado incluir en la constitución ecuatoriana la noción de plurinacionalidad y la interculturalidad, desde mi punto de vista, falta aún un largo trayecto de concreción y puesta en práctica. El estado ecuatoriano se ha transformado innegablemente, pero poco se ha caminado en la dirección de una verdadera plurinacionalidad e interculturalidad. La mayoría de las veces, se piensa que es suficiente con integrar individuos de algún pueblo o nacionalidad dentro del mismo aparato estatal, o con permitir que ciertos individuos puedan vestirse con sus atuendos, hablar su idioma y hacer sus negocios libremente; o lo que es peor, se han retrocedido en el reconocimiento de derechos y de la necesidad de participación política en la construcción de un nuevo estado y sociedad[5] a partir, no de individuos, sino de colectivos sociales, de organizaciones, de comunidades y pueblos.

Como decía no se puede negar que la sociedad ecuatoriana a abierto, a veces a la fuerza, espacios para los pueblos y nacionalidades en diferentes ámbitos. Ahora de alguna forma se empieza a valorar sus saberes y conocimientos, sus idiomas, sus formas de vida, sus expresiones artísticas y en algunos casos sus propuestas políticas. Ahora podemos ver individuos de pueblos y nacionalidades participando en la economía, en el arte, en la educación, en la vida política nacional. Sin embargo, hace falta dar un paso más allá de esos avances, pensar ya no solo en la participación de los pueblos indígenas en la sociedad y en el estado, sino pensar y actuar por su transformación profunda, y por su puesto, no pensando solo como indígenas, o solo como mestizos, o afros. Hay que tomar la interculturalidad y la plurinacionalidad para pensar cómo construirnos en una nueva humanidad que supere las desigualdades de todo tipo y sobre todo la destrucción de los pueblos y la naturaleza en manos del capitalismo. El respeto por la naturaleza, la noción y práctica de la comunidad podrían ser los mayores aportes que como pueblos y nacionalidades indígenas podríamos hacer, juntarlos, amalgamarlos con los conocimientos críticos, valiosos de la modernidad, y de esa forma construir una sociedad donde verdaderamente seamos iguales y diferentes, donde seamos hermanos y hermanas.

Solamente ahí, podremos dejar de recordar este día como el día de la Resistencia Indígena y Popular y cambiarlo por el día de la Humanidad liberada de la dominación racial, económica y política a la que no solamente estamos aún en muchos ámbitos sometidos los pueblos y naciones originarias, sino también los dominadores. Tal ves eso quizo decir Tupac Amaru cuando dijo “aquí los únicos cómplices somos dos, tu por oprimir a mi pueblo y yo por tratar de liberarlo”, indicándonos en el fondo que a la final dominados y dominadores estamos unidos en una relación destructiva que se supera solamente con la liberación humana de los dos. De ahí que la libertad de los pueblos y naciones oprimidos será la libertad de todos los seres humanos, de todos los pueblos y naciones. Allí seremos realmente hermanos y diferentes.

Ñukanchikpak kawsaymanta, allpamamamanta, runakunaka makanakushpa katina kanchik maypi kashpapash, mayta rishpapash kishpirinkakaman...


País Vasco, octubre de 2016



[2] Sin embargo, esa exclusión no significó que las nacionalidades y pueblos indígenas del Ecuador no hayan demandado constantemente y luchado por una transformación estatal y de la sociedad. De todas formas, jamás la construcción del estado ecuatoriano ha sido un espacio democrático o abierto a los pueblos indígenas como nacionalidades con formas de gobierno propias.
[3]  A esto hay que sumar que hasta el descubrimiento del petróleo en el norte de la amazonía, prácticamente esta región y sus pobladores no existían en el imaginario del estado ni de la sociedad ecuatoriana.
[4] Se autoreconocen 14 nacionalidades indígenas: Awa, Chachi, Epera, Tsachila, Kichwa, Ai cofán, Siona, Secoya, Waorani, Shuar, Achuar, Shiwiar, Zápara, Andoa. Pueblos: Manta-wankavilca, Afro, Pasto, Caranqui, Natabuela, Otavalo, Kayanpi, Kitu Kara, Panzaleo, Salasaca, Chibuleo, Tomabela, Puruwá, Cañari, Saraguro, Palta, y Mestizo.
[5] Pensemos en el cierre de la DINEIB (Dirección Nacional de Educación Intercultural Bilingüe), entidad hasta hace 6 años autónoma que representaba una espacio para la construcción de un tipo de educación que pueda velar por los derechos de los pueblos y nacionalidades. En la constante persecución de lideres de organizaciones nacionales y de base populares e indígenas que se han opuesto principalmente a las políticas extractivistas del gobierno actual. Pensemos en la exclusión de diálogos políticos frente a algunas leyes que afectan directamente a la población indígena, ley de tierra, de aguas, de comunas, entre otras.

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